Para la sana convivencia de la humanidad, Dios suministró al pueblo un decálogo que toma como base el amor para ilustrar como tendría que ser el actuar que garantice la salvación y la vida eterna. Es así como los mandamientos que se encuentran dispuestos en la Biblia ilustran como vivir el presente y como agradar al Señor con miras a la eternidad, sin embargo, sobresale la inquietud respecto a cuál de los diez es el más importante y representativo.
Escritas en tablas de piedra, estas leyes toman como base la naturaleza del creador, la cual no es otra que el amor y aunque todas estas instrucciones deben hacer parte de la vida cotidiana, lo cierto es que existe un mandato en especial que nos aleja por completo del pecado.
El mandamiento más importante
En cuanto al más trascendente, “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente» no solo es el primero sino también el más relevante puesto que tiene que ver con el estar dispuesto a perderlo todo antes que ofender al Padre y de igual forma profesarle un amor supremo que invite a obedecerle y creer con el corazón y con la mente en todas las verdades de la fe; de otro lado, indica el adorar a un solo Dios y reverenciarle en cuerpo y alma.
Cabe señalar que hay un segundo mandamiento que también debe tenerse muy presente y no es otro que «Amar a tu prójimo como a ti mismo» mandato que promueve una reflexión alrededor del equilibrio que debe darse entre dar amor y recibirlo en pro del bienestar, todo esto sin perder de vista que el amor de Dios es incondicional y que esto es un gran ejemplo a seguir.
¿Por qué cumplir los mandamientos?
Puesto que los mandamientos deben estar inscritos tanto en la mente como en el corazón estamos abordando un tema de gran impacto que no debe tomarse a su ligera; su significación es grande ya que expresan a plenitud la voluntad de Dios y esto es más que suficiente para asumirlos como leyes que no tienen discusión.
Llevar una vida digna y distinguir con mayor claridad entre lo bueno y lo malo consigue que se pueda dar testimonio con mayor convicción, lo cual es determinante no solo para poner en práctica las enseñanzas de Jesucristo sino también para perpetuar su reino.