La pusilanimidad de nuestros actos, las guirnaldas que he ofrecido y que están ya marchitándose se desvanecen y se extingue su belleza, mi corazón vacila ante el dolor y he caído en medio del camino, Dios perdona esa y todas nuestras ofensas.
A veces es necesario detenerse, pararse y aguantar el tiempo, la agitación desenfrenada, el frenesí imperante, hace que nos olvidemos de rezar, que nos olvidemos de orar, que dejemos de buscar al señor.
Ríndele homenaje a Dios
Cierra en este instante tus ojos y habla con el señor, abre tu universo y resiste a no abrir tus ojos, aunque se resistan, aunque quieran continuar desenfrenados en actividades que no rinden el amor que Dios se merece. En este inmerso mar de lágrimas, en este mar de sensaciones y emociones, somos como una gota de agua de esa maravillosa creación, pues tan insignificantes somos para el señor que debemos rendirle culto a su magnificencia.
Dios nos perdona por su humildad
La redención es su principal acto para con nosotros, su misericordia no permite abandonarnos, libera todos los rencores que nos queman, las criticas que nos lastiman, las vicisitudes que nos vuelcan y las tentaciones que nos atormentan.
Sin importar la soberbia de nuestros corazones, la prepotencia de nuestros actos y las enemistades que creamos, Dios viene manso a nosotros y rompe esas cadenas gruesas que nos amaran a esos sentimientos negativos, pues Dios no solo nos perdona, no solo nos redime también nos libera de la destrucción del ser.