Si nos remitimos al origen etimológico de la palabra politeísmo, nos encontramos con que su significa «doctrina que sigue a muchos dioses» y de eso se trata precisamente este concepto, el cual se opone de manera contundente al monoteísmo, de reconocer la existencia de variadas deidades y asimismo representarlas con características humanas siempre en conformidad con el contexto cultural del individuo y la sociedad en la que se desenvuelve.
Así las cosas, establecer que es una religion politeista demanda el distinguir a los dioses a través de diferentes funciones, todas con la particularidad de ayudar y guiar al ser humano en la gestión de su vida. En el dogma politeísta siempre se maneja una jerarquía y esto hace que ciertos dioses estén por delante de otros y en consecuencia inspiren un mayor respeto.
Orígenes del politeísmo
Hablamos entonces de la doctrina religiosa de mayor antigüedad en la historia de la humanidad, pues recoge de alguna manera los diferentes pensamientos de tipo religioso que han acompañado a las personas. Sus primeras manifestaciones nos remiten al animismo, sistema de creencias que asegura que tanto lo animado como lo inanimado posee alma.
Pasando por lo sobrenatural, la magia y lo místico, finalmente nos encontramos con el politeísmo como una especie de evolución que encuentra sus raíces en la época védica, para posteriormente expandirse hacia las culturas de Mesopotamia, los pueblos germanos, la Polinesia y algunos sectores del África Occidental.
El politeísmo y sus características
Los dioses del politeísmo disponen de personalidad individuales e independientes, por lo tanto, sus habilidades cambian de uno a otro al igual que sus deseos y necesidades. Algo que llama bastante la atención es que estas deidades gozan de cierta flexibilidad respecto al pecado, por tanto, se reconoce de manera abierta sus fallas, lo cual sirve para que muchos se identifiquen y pidan su custodia.
Debido a que algunas de sus vertientes afirman la existencia de reencarnaciones futuras, el karma es un concepto que se presenta como la manera en que la persona puede asumir las consecuencias de sus actos, pues simplemente no existe escapatoria cuando se trata de asumir culpas. Puesto que los dioses son inmortales y al mismo tiempo no son omnipotentes u omniscientes, la mística es algo que siempre se encuentra presente y que abre espacios para que se afirme que estos guías pueden intervenir en todos y cada uno de los aspectos de la vida cotidiana de los creyentes.